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El ejercicio de los tres poderes

Este es el método cristiano tradicional para meditar en las Escrituras o en cualquier otra cosa. Simplemente, el método es confrontar algo y hacer preguntas sobre ello hasta llegar a una decisión que afecta nuestra vida. Es así de simple. Cualquiera que esté dispuesto a tomar decisiones puede hacerlo. Sólo fracasa la gente que elude las decisiones.

Estos pasos activan los poderes humanos básicos de la memoria, el intelecto y la voluntad. Pero la oración no es sólo un ejercicio humano. Así que primero hacemos una pausa por un momento, aclaramos nuestra mente, recordamos la presencia de Dios y le pedimos que nos ayude. Entonces comenzamos.

La memoria sirve el material. Este paso puede comenzar con la lectura, ya que los escritos son sólo recuerdos grabados. La clave es realmente confrontar alguna línea o pensamiento que nos impacte. Detener; Fíjate en lo que dice. Concéntrate en ello para extraerle significado.

El intelecto funciona haciendo preguntas y tratando de responderlas. Preguntamos qué se dice; por qué; qué nos desafía a hacer; cómo podemos responder; por qué queremos responder o por qué no. Las preguntas deben ser preguntas que conduzcan a la acción: "¿Qué acción expresaría creencia en lo que he visto? ¿Esperanza de que Dios me ayude? ¿Amor por el Dios que pide?" Cuando hacemos preguntas, Dios nos ayuda e inspira.

La voluntad es el poder de la libre elección. Las opciones son el objetivo de nuestra oración. Mediante elecciones damos forma a nuestras almas. Creer, esperar y amar son opciones. También lo son las decisiones concretas de hacer cosas que expresen fe, esperanza o amor. Para estar seguro de que estás siendo real, toma al menos una decisión de hacer algo tan concreto que puedas cerrar los ojos y verte haciéndolo.

Concluimos nuestra reflexión hablando con Dios con nuestras propias palabras sobre lo que hemos visto y lo que deseamos hacer al respecto. Le pedimos a Dios que nos ayude. Podemos finalizar con un Padre Nuestro, un Ave María o alguna otra oración.

Orar sobre las Escrituras simplemente significa reflexionar en la Palabra de Dios hasta tomar decisiones que cambien nuestra vida.

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